7.1.07

El día de Reyes...

Queridos compañeros de AlAndalus.
Os cuento esta historia que me ocurrió hace algunos años y que casi seguro estoy, que a alguno de vosotros os habrá pasado también.
Era el día 5 de enero del 75 cuando llegué a la nueva casa en la que debería vivir durante algún tiempo en Granada. Unos compañeros y yo, habíamos estado esa tarde tomando unos vinos por el centro de la ciudad y paseando por el Albaicin, contemplando desde cerca la Alambra, que en esos tiempos aun no estaba tan iluminada, pero que tenía el mismo encanto que ahora, contorneándose su silueta en el fondo blanco de la sierra nevada de Granada e iluminada esta estampa por una suave luz de luna. Como decía, llegué a la nueva casa donde habría de vivir durante algún tiempo y como todos los día 5 de enero, cogí mis bártulos de limpieza y me dispuse con mucho cariño a dar lustre a unas botas que tenía desde hacía tres meses y que a base de betún y cepillazos dejé relucientes; las puse al pie de la cama y seguí la tarea con un casco de acero que siempre tenía encima de mi armario, con una bayeta, “dale que te pego” hasta que relucía a la luz de un fluorescente que iluminaba mi amplio dormitorio, así seguí durante un buen rato con todas mis pertenencias hasta dejarlas relucientes y en espera de que SS. MM. Los Reyes Magos de Oriente me hiciesen la acostumbrada visita de todos los años y que me trajeran al menos algunos de los pocos regalos que les había pedido. Me acosté con bastantes nervios, los cuales trataba disimular, para no se diesen cuenta los compañeros que dormían en la misma habitación. Inexorablemente a las siete en punto de la mañana sonó el despertador con un toque afilado de corneta y, yo, raudo y veloz, me levanté y en calzoncillos salí corriendo a los pies de la cama para recoger los regalos que me habían dejado SS. MM., pero ¡sorpresa!, no había nada, nada, solo lo que la noche anterior había dejado tan limpio y reluciente. Se me cayeron dos lagrimas de desilusión que no pude evitar y que no pasaron desapercibidas para mis compañeros. Me preguntaron que me ocurría y les contesté: –he debido portarme muy mal este año, los Reyes por no dejarme, no me han dejado ni carbón.- De pronto todo se convirtió en risas y jaleos, y uno de ellos me echó el brazo por encima y me consoló diciéndome: –Pero tío… ¿tú no eres demasiado mayorcito para creer que los Reyes Magos son de verdad? –¡Hombre que estas ya en la “mili”!
Y esta fué mi gran desilusión de un día de Reyes, aunque ahora, hoy en concreto, sigue enterneciéndome este día y me he levantado con mas ilusión que nunca, porque todos los años, los Reyes Magos de Oriente, me echan el Amor de mi mujer y de mi hija. Por cierto, también me han traído una tarjeta gráfica, una memoria RAM y el FS X. ¿A que son buenos? Felices Reyes a todo Air AlAndalus.
Carlos Díaz. ALZ692 Granada.

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